Entradas populares

viernes, 26 de junio de 2015

La marioneta olvidada

No puede moverse sola.  Nunca podrá bailar, ni saltar, ni ser tan bonita como las demás.

Durante la noche se siente arrinconada y por el día demasiado reclamada. Está cansada de usar ese viejo antifaz, de hacerse la fuerte y ponerse a danzar, de tener que sacar sonrisas a los demás. Sus grandes ojos se pierden en el infinito buscando aquello que un día perdieron por algún falso delito.

Su muda boca se abre y se cierra, calla y murmura en secreto, habla y gesticula con calma. Sus piernas tan frágiles, son capaces de romperse si alguien tira de sus hilos de manera brusca y sin tacto, de manera violenta y sin mimo.



Un escaparate cualquiera...


Solo ella sabe conservar como nadie historias de amor y amistad, soledades, penas y glorias. Retiene las últimas lágrimas vertidas por aquellos ojos que un día la observaron tras esa urna de cristal, urna que en cualquier momento volverá a abandonar. Para entonces venderá felicidad pero mientras tanto allí está, sin hacer ruido, respirando silencio, recordando momentos, sintiendo esa nostalgia por aquellas manos que no puede ni quiere olvidar. Manos que la tocaban, que la acariciaban, esas manos que con tanto cariño la trataban. Manos grandes y suaves, cálidas y reconfortantes. Manos que sentía como suyas porque durante años habían ejercido todo su control y dominio, haciéndola sentir segura, con ganas de seguir, de no rendirse.


Ahora todo era distinto.

Esas manos ya no estaban y con ello su corazón endeble, aunque de madera, se mitigaba.


A pesar de ello, la marioneta olvidada seguirá contando cuentos, seguirá narrando historias y representando obras de vidas ajenas, seguirá encerrada en ese viejo escaparate y aunque no puede evitar seguir siendo manipulada si podrá guardar solo para ella el sentir de aquellas manos y lo mucho que la hicieron vibrar.


Solo por eso, la marioneta olvidada ya no se siente tan desdichada.

jueves, 11 de junio de 2015

Sin

A veces tenemos tiempo para muchas cosas y no lo perdemos en nada. Otras veces perdemos el tiempo en todo y no lo tenemos para lo que realmente importa.

Esto no es un relato más, simplemente un desorden mental que no me apetece ordenar.

Con el paso del tiempo he llegado a la conclusión de que yo nunca pierdo el tiempo. Lo invierto. Lo aprovecho. Lo gasto. Lo comparto.

Perder pierdo otras cosas: vergüenza, dinero, ilusiones, lágrimas, sueños, esfuerzo. De la misma manera también creo que he ganado algo en todo este tiempo, algo muy valioso: fortaleza. Y bien necesaria, además.

Dicen que todo lo que sucede en esta vida sucede por algo, de la misma manera también dicen "quién siembra, recoge", refrán cuyo autor se quedaría descansando cuando lo inventó. Refrán que detesto desde lo más profundo de mi ser, el refrán más incierto, el  más jodido.

¿Quién recoge? Recogen los corruptos, los insensatos, recogen los egoístas. Porque aunque parezca demagogia recogen los que  menos se lo merecen y esa es la única verdad. La verdad universal.

A veces no tengo tiempo para nada y sin embargo hago todo. Otras veces, como hoy, me limito a escribir,  y también a saber retirarme a tiempo porque aunque ésta sea mi "casa" a veces no puedo ni debo limpiarla a fondo, tan sólo dar un barrido, hacer un boceto, entretener el hueco que dejas, aprender de la vida, del día a día, valorar, olvidar, echarte de menos, y querer-te, quererte siempre un poco más. 


Arte callejero...en Barrio de Gracia (Barcelona)

Seguidores