martes, 1 de septiembre de 2020

Historias.


Tal vez el momento de mayor inspiración para toda persona que escribe (me incluyo) es el momento en que nos sentimos desdichados, abatidos, solos y embargados por la tristeza pero eso no es más que una capa artístico-literaria para que las palabras fluyan a toda prisa y las frases se entrelacen en miles de caracteres ya que como dice el maestro y sabio Sabina: "las canciones deben ser tristes, hablar siempre de desamor, de fracaso, de olvido. Porque cuando estás en ese momento (tan escaso en la vida) de pasión compartida uno no se va a parar a escribir...o vive el momento o es gilipollas"

No encuentro un mejor momento que éste. 2020 está siendo un año maravilloso. Maravillosamente atípico, jodido, desapacible y de mil apelativos más. Por eso quizá, me apetece hoy abrir de nuevo este blog, el cual huele cerrado y hoy, me apetece volver a abrir. Para nada. Para nadie. Para mí. ¿Hasta cuándo? Quién sabe...

Volviendo al tema inicial y al gran Sabina, reconozco que soy rara pues a mí también me gusta encontrar esos momentos de inspiración en la tristeza, en la nostalgia, en los recuerdos pasados que se convierten en presente, en las personas que aparecen y desaparecen, o en aquellas que siempre estuvieron ahí aunque escondidas tras una cortina. Esa mágica necesidad de encontrarme a mí misma en un espacio reducido en el que solo conecte con mis pensamientos, ordenarlos y expulsarlos, o tan sólo meditarlos. Ni feliz, ni triste. Simplemente yo.

A pesar de disfrutar aprovechando ese halo de tristeza resulta curioso que en el fondo todos prefiramos las historias que tienen finales felices pues no estamos hechos para la infelicidad eterna pero por desgracia el mundo está lleno de infelices. ¡Qué paradoja! Quizá por eso huimos hacia los libros esperando encontrar en ellos lo que nos negamos a sentir nosotros mismos. Identificándonos con ese personaje que lidera y lucha o maldiciendo al ególatra que triunfa aunque no lo merezca.

Y este sinsentido, estas líneas que me ocupan una tarde cualquiera, podrían ser una parte de otra historia; ¿la tuya?, ¿la mía?; una historia que estoy escribiendo y en la que me refugio, una historia que quizá nunca vea la luz pero una historia al fin y al cabo repleta de autenticidad, mal escrita, peor pensada pero bien sentida.  

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Apoyé los labios en el teléfono y oí su voz apenas salida del sueño. 
- Quiero vivirte- susurré con un hilo de voz...


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