lunes, 11 de noviembre de 2013

Días de lluvia

La lluvia no había cesado durante dos días, se había convertido en su cómplice más fiel, en la guarida de sus secretos.

A pesar del agua que caía a raudales, ambos seguían teniendo una sed mutúa. Sed de sus besos, de su piel, de sus manos, aquellas manos que tan solo con un roce la hacían estremecer y sentir ese escalofrío que sólo él podía causarle.

Habitaba un mágico silencio. Silencio exterior que se rompía con el ruido de la lluvia que golpeaba sobre la vieja ventana de acero. Silencio interior que se desquebraja con sollozos de placer que aceleraban su corazones y los hacían vibrar.



Paisaje Almedinilla...desde mi coche.
Continuaba la lluvia y con ello las ganas de amarse. El frío la abrazaba y la partía en dos pero allí estaba él. Le gustaba sentir el recorrido de sus dedos bajando por su espalda, paseando por su cara y enredándose en su pelo.

Habitaba un mágico silencio. Para nada era necesario hablar. Solo importaba seguir sintiendo ese seductor frío y ese fascinante calor que los obligaba a no separarse. Era en ese mágico silencio cuando cada beso, cada caricia se convertía en un puro sentimiento desnudo.

2 comentarios:

  1. "Continuaba la lluvia y con ello las ganas de amarse" muy logrado y muy apropiado además para estos dias.
    Un abrazo!
    Joan

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    Respuestas
    1. Es cierto, parece que por allí arriba estéis hasta arriba de agua....

      Jo, que alegría ver tus comentarios. No los esperaba. Pensé que nadie me leía, jaja. Muchos besos!!

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