Al igual que dos
viajeros de diferentes trenes, con billete
de ida pero no de vuelta. Como aquellos que quedan a mitad de camino, con ganas
de encontrarse a ciegas y disfrutar de su propio espacio juntos, hecho a su
medida. Exactamente igual que aquellos viajeros que nada más acomodarse caen
rendidos y sueñan, e imaginan. Un sueño tan real dónde ella quería imaginarse con él
pero no podía, no sabía. Para sus adentros esperaba un nuevo cruce de caminos;
visitar restos de aquellos días pasados, retazos, papeles mojados que la lluvia
se llevó.
Destino: felicidad/ Estación de Córdoba |
Al igual que dos viajeros de diferentes trenes, aquellos que quizá se intentan saludar y el gesto solamente queda intuido, amagado e incluso relegado a un segundo plano. Como caminos que se cruzan y desvíos a los que tienes que hacer frente: elegir. Porque de ese desvío y de tu elección depende tu felicidad o quizá no, quién sabe; al fin y al cabo, ¿Alguien sabe qué es la felicidad? ¿Cuánto pesa? ¿Quién tiene el índice establecido para saber que nos encontramos en dicho estado? La felicidad, ese término tan abstracto y tan efímero que ni siquiera te paras a pensar en el momento en qué eres feliz porque siendo tan fugaz, quizá cuando te hayas parado a meditarlo algo ha sucedido que te impide alcanzar lo que antes, a ti, te hacía feliz.
Al igual que dos viajeros de idénticos trenes, sin embargo, viajeros que deciden separarse de vagón, aquellos que determinan bajar en diferentes destinos puesto que saben, o tal vez intuyen, que la felicidad es interior, no exterior; y que por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos.
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