domingo, 17 de noviembre de 2013

Cuento de domingo

Vivían un amor imposible, de aquellos de cuentos de hadas, una historia del pasado y del presente, una historia dónde los personajes se citan a escondidas en medio de bosques encantados.

Vivían un amor imposible, invadido por madrastras despiadadas y víboras hechiceras, de las de ayer y hoy, de esas que acaparan la parte maligna de la historia conspirando contra el más hermoso de los sentimientos, el más hermoso y temido a la vez.

Vivían un amor imposible, de esos tan intensos que en ocasiones eran incapaces de poder discernir entre lo real e imaginario. Un amor lleno de lujuría y a la vez de ternura, lleno de arrebatos y deseos, lleno de cariño y requiebros.


Ella, siempre planeaba los encuentros en aquel frondoso lugar, justo en la cima de su fortaleza. Sentía predilección por sentarse cerca de la pequeña cascada y esconderse tras el penúltimo árbol mientras lo esperaba puntual con la mejor de sus sonrisas.

Él, llegaba a la hora acordada pero siempre con miedo tras su recorrido, con incertidumbre, mirando alrededor de cada pisada, inspeccionando cada movimiento pero aprovechando cada ángulo para vislumbrar la más bella sonrisa que lo esperaba y que años atrás lo había cautivado.

Vivían un amor imposible, pleno de momentos fugaces, un amor de ahora o nunca, un amor acompañado de mariposas en el estómago y de besos al atardecer pero sobre todo un amor de entrega, un amor de todo o nada.

Y eso precisamente fue lo que ocurrió.

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