Se levanta temprano,
desganado. Espera el devenir de un nuevo día, día que sin duda, ya le pesa. Se
levanta temprano porque no hay nadie que lo retenga en la cama, ni mucho menos
en la casa. Desde hace años las paredes de su hogar solo habitan para él y su
voz reverbera en el vacío infinito. Se levanta temprano, hastiado. Sin ganas de
salir a pasear pero su punto de encuentro le espera, su avenida, su playa, su
cielo.
Una vez allí, en su punto diario de parada y afligido en aquel lugar, rememora todas sus vivencias, los paisajes compartidos en cada rincón, los besos entregados en cada recoveco de la ciudad que lo vio crecer y enamorarse, y todos los recuerdos de aquel amor pasado. De su único amor. De aquella voz que tanto anhela y que un día marcho de su lado.
Una vez allí, en su punto diario de parada y afligido en aquel lugar, rememora todas sus vivencias, los paisajes compartidos en cada rincón, los besos entregados en cada recoveco de la ciudad que lo vio crecer y enamorarse, y todos los recuerdos de aquel amor pasado. De su único amor. De aquella voz que tanto anhela y que un día marcho de su lado.
Abuelo meditando...en Cádiz. |
Se marcha otro día, se despide de su atardecer y desanda el camino a casa con la misma melancolía y con la única certeza
de saberse solo pero sobre todo con la única evidencia de que no es lo mismo siempre que
eterno.
Poéticas y melancólicas reflexiones, al final la rutina es lo que nos mantiene un poco vivos.
ResponderEliminarSaludos.
Muchas gracias!!
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