domingo, 7 de febrero de 2010

Se vende felicidad



Caminaba ausente por la gran avenida. Había estado toda la noche anterior desvelada y sin dormir apenas quince minutos los rayos de luz penetraron por su ventana y le recordaban en ese momento que el nuevo día estaba comenzando. Sin ninguna pereza se levantó y sin dar tregua a sus pensamientos siguió indagando sobre aquello que quería hacer y cambiar.

Salió de casa decidida a cambiar el recorrido que realizaba todas las mañanas y emprenderse a descubrir nuevos horizontes pues siempre había sido bastante arriesgada, en ocasiones demasiado, pero no se arrepentía. Era confiada, sensible y sincera. Quizá lo mejor era eso último su sinceridad puesto que los otros dos apelativos no eran para nada valorables, es más a día de hoy le seguían ocasionando nada más que problemas en un mundo en el que a priori la desconfianza debía imponerse y la sensibilidad era una muestra de flaqueza, un valor negativo de la persona que lo poseía, una actitud blandengue. Era cariñosa y se lamentaba por ello al igual que era testaruda y obstinada pero se sentía orgullosa de serlo.

Aquel día después de pensar en su situación, futuro y presente más cercano solo quiso cambiar en todos los aspectos parte de sí misma y quizá por ello empezó tomando aquel otro desvío que la llevara al mismo destino pero que le hiciera disfrutar de otras perspectivas. Algo tenía que cambiar para que todo pudiese continuar igual, se decía a menudo. Pero en realidad no quería que todo siguiese igual, quería cambiar desde dentro hasta fuera. Ser otra. ¿Demasiado difícil?

Al desviarse de dirección descubrió al final de aquella cuesta empedrada un pequeño comercio, oscuro pero con luces que parpadeaban y que llamaron su atención. Se adentró en él y pudo leer en letras bien grandes:

“SE VENDE FELICIDAD”

Al leer aquel cartel iluminado una risa iluminó su rostro pensando en aquella absurda tontería que sus ojos habían leído pero la intriga fue más grande y su impulso la llevó hasta el interior de aquel local.

- Buenos días- dijo algo asombrada.
- Pasa, estoy al final del pasillo. No te quedes ahí.
(Siguió en aquella dirección y se dirigió a aquel joven) - Perdona, yo solo……sentí curiosidad al ver este lugar. Quizá no debería estar aquí.
- Estas en el lugar perfecto, le dijo. Sé que estás extrañada pero que la curiosidad te ha traído hasta aquí. Por eso mismo utilizo ese eslogan publicitario. Dime, ¿qué te ocurre a ti?
- Lo que te decía, mejor me voy.
- ¿Acaso tienes miedo de contarme que no eres feliz?
- Yo si soy feliz, supongo.
- ¿Entonces por qué estás aquí?
- Porque su eslogan es una estupidez, porque hay cosas que no se pueden comprar, que no son tangibles, que no se cuantifican.
- Menudo descubrimiento….¿has llegado tú sola a esa conclusión?
- Tengo que irme, llego tarde.
- Espera, no quería molestarte. Claro que hay cosas que no se pueden comprar pero no por eso debes dejar de pensarlas, de soñarlas, de aspirar a conseguirlas. Has tenido valor para salir de casa, para llegar hasta aquí, para querer cambiar tu dirección…

Una llamada telefónica interrumpió aquella conversación, el tiempo suficiente para que la chica se diese media vuelta y saliese de aquel local. Había encontrado su desvío, allí en aquel lugar, con aquel breve diálogo, con aquella decisión que tomó al salir de su casa. Se sentó entonces en el portal de aquel local y enseguida se unió a ella el joven del interior que a partir de aquel momento se convirtió en su confidente diario.

Él no vendía felicidad, ella tampoco quería comprarla. Se conformaba sencillamente con otras cosas, otros detalles, otros pequeños motivos que le hicieran conciliar el sueño y sabía que todo eso dependía exclusivamente de ella, de nadie más, sobre todo porque así era ella, con sus cosas buenas y malas pero siempre era ella misma y sobre todo y lo más importante porque a raíz de aquel desvío su ingenuidad pudo comprender que la felicidad era algo individual, personal y que no podía depender de nadie para llegar a alcanzarla.

1 comentario:

  1. El fin de todos nuestros actos, aunque no nos demos cuenta, siempre es la búsqueda de la felicidad. Yo necesito un cambio de rumbo, empezar cosas nuevas, seguir buscando. Aunque en cuanto conseguimos algo que queremos, en seguida buscamos otra cosa, porque lo ya conseguido no nos hace felices, nunca nos conformamos... eso creo. Gracias por pasarte. Un beso

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