Hace unos días cumplí 33. Nunca negaría mis años pues los he vivido con la intensidad que he querido y nada tendría que negar. Todos, los 33 han sido importantes, y todos han estado marcados por algo, por alguien, por mí. 33 ciclos de aprendizaje, de volver a empezar, de equivocarse, aprender, sufrir y ser feliz. Hace unos días cumplí 33. La edad de Cristo, eso dicen. Algo constantemente repetido por muchos.
Qué ilusa fui cuando cumplí los 30 y me entró aquella crisis existencial. Qué idiota. Un amigo me dijo por aquel entonces: "acuérdate que lo mejor está por llegar, a partir de los 30" y yo me asombraba y recordaba con mucha nostalgia todo lo vivido hasta entonces: años de instituto, tiempos de universidad, cambios de ciudad, personas que llegaron y te marcaron, primeras veces, experiencias laborales, grandes aventuras, viajes secretos, salidas imprevistas y un sinfín de cosas. Por ello escuchaba aquellas palabras como absurdas, ¿lo mejor? mientras tristemente fruncía el ceño a mi pasado.
Es tan cierto que todo lo mejor estaba por llegar. Cumplir años es vivir: amar, sentir, rodearte de la gente que te quiere y de todos los que tú has escogido para que formen parte de tu día a día. Llegar a ese momento en que sabes lo que no quieres para tu vida y tener la suerte de encontrarlo, de encontrarte. Buscarte a ti misma, conocerte y valorar esa vida por la que merece la pena luchar. Porque aunque haya días grises, intentas buscarle otra gama de color y ese otro aliciente que necesitas.
Por ello, no se trata de añadir años a la vida, sino de dar vida a los años. La vida tan sólo está hecha de momentos y ocupar esos momentos, compartirlos, atraparlos depende solo de nosotros. Yo quiero seguir sumando momentos, y espero venir el año que viene a escribir mi parrafada y seguir divagando aquí con vosotros, con ti go, con mi go.
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