jueves, 12 de febrero de 2015

Febrero

Paseaba por la ciudad aprovechando el frío tempranero. No tenía nada qué hacer pero le gustaba callejear sin prisas, sin ruta ni destino marcado. Febrero había entrado fríamente y sus bajas temperaturas se notaban incluso estando reguardada en casa, a pesar de eso, a ella le gustaba sentir ese frío. 

Mientras deambulaba por las calles más atípicas, analizaba los rostros que pasaban a su lado; en una dirección, en otra, cruzando y saltándose los pasos de peatones. Rostros con prisas, desganados, ilusionados. Tenía la extraña manía de quedarse obnubilada por una cara, por un semblante que sobresalía de entre la multitud, por una mirada afligida, que caminaba a pasos por cortos, por una sonrisa escondida. Cuándo elegía a su alma diaria, se adentraba y veía más allá de la fachada. Su facultad de ver lo que nadie veía la hacía especial y diferente. Si acaso aquel día no conseguía llegar a "ver", tenía la prodigiosa imaginación de crear en su mente una historia. Un relato que pudiese alegrarle ese día gris o entristecerle un día rosa. Ella buscaba, y ella encontraba. A la carta. 

Transitando por aquellas amplias avenidas, el frío se hacía sentir mucho más. Tanto que fue capaz de notar cómo el aire gélido se calaba en sus huesos, cómo adormecía su rostro y se sumergía dentro de sus pies. Los calcetines parecían no cumplir la función prevista. Sus manos, entumecidas había dejado de sentirlas y su pequeña nariz era lo más parecido a un granizo escarchado.

-Va a llover - De repente, escuchó mencionar aquellas tres palabras y pudo comprobar cómo las escasas personas que se veían a su alrededor echaban a correr y se cobijaban bajo los techados de los edificios. Todos corrían, todos buscaban amparo de aquellas gotas que cada vez que caían con más intensidad. Todos menos ella. 


Charcos...
Seguía paseando sigilosamente, con calma, sintiendo agradablemente la lluvia caer, notando el agua que empapaba su ropa y se colaba entre sus lentes. Poco a poco fue sintiendo el pelo más mojado y algunos mechones goteaban adornando su cara. Evitaba vislumbrar que empezaba a sentir frío, mucho frío, pero sus dientes la delataron cuando empezaron a castañetear. Entonces sintió la necesidad de echar a correr, de reproducir lo que veía de los transeúntes pero de nada tenía que sobreguardarse, a ningún sitio tenía que ir. 

Tras unos segundos de meditación, un rayo esperanzador se dejó venir y sirvió para arrojar un poco de luz a aquella oscuridad que se había impregnado esa mañana de febrero. Los hilos de luz, fueron instalándose en aquella perpendicular, y ella, a pesar de tener sus labios morados y el cuerpo paralizado, pudo sentir el roce suave de aquellos dedos que le erizaron la piel y aquellas palabras que sólo podían provenir de una persona: -"Me encanta que haga frío. Cuando hace frío la mayoría de las cosas van más deprisa, o llegan antes"-  Su casualidad, esa frase de su película favorita, la casualidad que estaba esperando: el frío, la soledad, la mágica lluvia, aquellas palabras, esas manos. Tan sólo le quedaba dejarse llevar, porque la vida estaba llena de cosas sin explicación, y ella ni sabía, ni quería encontrarlas.

2 comentarios:

  1. Gracias...haces que estas frias noches aun de invierno pasen calidas arrulladas por tus palabras

    ResponderEliminar
  2. Gracias a ti, preciosa, por leerme y por ser tan sincera siempre. Que aunque eres "anónimo" sé muy bien quién se esconde tras esas palabras...

    ResponderEliminar

Seguidores