Llegamos al final de un
año y nos vemos “obligados” a hacer balance, resumen, de lo que éste supuso
para nosotros. ¿Para qué? Si hemos sido felices, ha sido efímero y disfrutado
en ese momento, habiendo sabido aprovechar
cada minuto que la vida nos ha ofrecido, saboreándolo, atrapándolo. Eso es la
felicidad. Si por el contrario el año nos ha golpeado con tristeza y dolor, no
merece la pena hacer balance, simplemente seguir adelante, arrancar el
calendario y comenzar con más ganas e ilusión el nuevo año.
Hacer un inventario de sentimientos y experiencias no es fácil: el tacto
de una caricia, un beso, un abrazo reconfortante, una sonrisa de un niño, de
esa inocencia que tanto nos (me) gusta, unas palabras de aliento, un secreto compartido,
unas risas, un llanto desolador, una euforia descontrolada, la pérdida de peso
en la balanza semanal y tu alegría al comprobarlo, correr, hacer ejercicio y
sentirte más plena que nunca, soltar una carcajada espontánea, recordarla y
volver a sonreír, cenas de aniversario, besos congelados, conciertos de ídolos,
detalles que atraviesan el alma, recuentros con personas a las que hacía mucho
tiempo no veías, recibir noticias tan bonitas que solo te alienten a contar los
meses que quedan cada día, regalos desde la distancia, palabras que vuelan,
perder el tiempo maravillosamente, ganar
momentos, planes, emoción, mensajes inesperados, más risas, complicidad difícil
de superar, palabras escondidas, desayunos en la cama, amigos, fiestas,
bodas, cenas, fotos para el recuerdo, querer, amar, desear, mil besos, empacho
de caricias, tu piel, tus ojos, nuestras bocas, el alma en cada abrazo, saberte
aquí, confiar, tenernos sin palabras, acurrucarme en tu pecho, perderme en tu cuello, vivir, sentir.
Yo misma...por Joan. |
Inventario de momentos;
amargos, dulces, inolvidables. Inventario de historias vividas, compartidas, de
ayer, de hoy y mañana. En otro sitio, con otra gente pero siempre contigo.